Los años posteriores asistieron a algo trascendente: el nacimiento de una nueva tendencia dramática en las palabras declamadas por los actores y actrices de Historia de una escalera.
La obra describía la fatalidad que perseguía a los vecinos de una casa modesta, quienes no podían, de ninguna manera, mejorar su condición social de pobres: tres generaciones están condenadas a vivir a la sombra de la escalera de una casa de vecindad. Este hecho supone el fracaso continuo de los personajes de la obra, por un lado, como componentes de una sociedad deprimida que no tiene esperanzas de mejora, y por otro, como seres individuales que se autocondenan ante la imposibilidad de ver realizados sus sueños y ambiciones. Solo cabe la esperanza puesta en los jóvenes Fernando y Carmina, quienes, a través de su amor prohibido por los padres, buscan una salida a su destino. Buero Vallejo ya no ofrecía evasión y entretenimiento, sino un testimonio en el que el público manifieste su compromiso.
Y fue todo un éxito.