Retroalimentación
Llegué tarde al aula. Él ya estaba allí, hablando a un auditorio atento. Aunque llevaba algún tiempo en la isla, aún no nos conocíamos. ¡Había oído hablar tanto de él! Y allí estaba yo, un viejo periodista de provincias queriendo escuchar noticias sobre su lejana España. Pero Juan Ramón Jiménez hablaba ahora de literatura, de la que compartimos los dos en la España de comienzos de siglo. Y lo hacía pausado, con el deje andaluz que aún conservaba (Recuerda que siempre escribía "j" en vez de "g" antes de "e, i".)
En la isla teníamos amigos en común: Paco Ayala, que acababa de llegar y ya se quería ir a los Estados Unidos, y el gran músico Pau Casals. Vi sus nucas varias filas adelante.
Cuando acabó el profesor, los alumnos se levantaron y comenzaron a saludarlo. Después salían comentando las inteligentes palabras del poeta español. Entonces se acercó a Paco y a Pau. Los tres me miraron y me hicieron una señal para que me acercara. Así lo hice. La figura de Juan Ramón comenzó a agrandarse en mi retina. Y ya de tamaño natural, le estreché la mano. Creí ver un atisbo de emoción al reconocer en mi rostro rasgos del sur y recordé unas palabras que le dijo a su Platero: "Moguer es igual que un pan de trigo, blanco por dentro como el migajón, y dorado en torno —¡oh sol moreno!— como la blanda corteza". Nunca olvidaré ese momento.
De camino a casa, comentamos las palabras sobre el Modernismo. Comenté el artículo aparecido en la página 9 de La Voz en 1935. Sonrió y volvió a insistir que era un error recurrente de la crítica "considerar el modernismo como una cuestión poética y no como la que fue y sigue siendo: un movimiento general, teológico, científico y literario".
Efectivamente, parece que Modernismo, como denominación, nació de la atribución que de este nombre hizo el público a una serie de poetas y artistas que mantuvieron una actitud de protesta contra la cultura y literatura anteriores, hacia el último tercio del siglo XIX en Hispanoamérica y España, pero que también afectó a todos los aspectos de la vida. En el resto de Europa, esa reacción contra el Realismo y Naturalismo decimonónico se llamó Simbolismo, y fue un movimiento, ante todo, de origen francés. En 1886, ya Jean Moréas lo definió como estilo "enemigo de la enseñanza, la declamación, la falsa sensibilidad y la descripción objetiva". Baudelaire inicia poéticamente el movimiento con Las flores del mal, Mallarmé y Verlaine describen su estética.
El Modernismo, sobre todo el que llega de Hispanoamérica, va a tener muchas coincidencias con este Simbolismo.