Actividad 1
Imagen en Wikimedia Commons de Marianne von Werefkin. |
—Tenemos que hablar, Apolodoro.
—Tú dirás.
—Observo en ti desde hace algún tiempo algo extraño y que cada vez respondes menos a mis preguntas.
—No haberlas concebido.
—No las concebí yo, sino la ciencia.
—¿La ciencia?
—La ciencia, sí,a la que te debes y nos debemos todos.
—¿Y para qué quiero la ciencia, si no me hace feliz?
—No te engendré ni te crié para que fueses feliz.
—¡Ah!
—No sé si tenemos o no derecho a la felicidad propia.
—¿Derecho? Pero sí a destruir la ajena, la de los hijos sobre todo.
—¿Y quién te ha mandado enamorarte?
—¿Quién? El Amor, o si quieres el determinismo psíquico, ese que me has enseñado.
El padre, tocado en lo vivo por este argumento, exclamó:
—¡El amor!, siempre el amor atravesándose en las grandes empresas... El amor es antipedagógico, anti-sociológico, anti-científico, anti.. . todo. No andaremos bien mientras no se propague el hombre por brotes o por escisión, ya que ha de propagarse para la civilización y la ciencia.