De París, o a través de París, nos llegaba todo. Para el viajero que pisaba sus calles era una ciudad cosmopolita y por eso no se sentía extraño, podía opinar, proponer. Por ello, aunque nos lleguen de París, no son franceses casi ninguno de los protagonistas que inician los ismos, nombre con el que, posteriormente, se conocerán estos movimientos de vanguardia, debido a que todos terminan de esta forma.
Son movimientos experimentales que coexisten y tienen su decadencia a finales de los años veinte, para evolucionar y desaparecer en los años treinta: Futurismo, Dadaísmo, Creacionismo y la representación española aglutinada bajo la denominación de Ultraísmo.
El Futurismo fue uno de los primeros movimientos de vanguardia, nacido en 1909 en Milán. Su creador, Marinetti, basa su propuesta en el amor al peligro. Su lírica nace del valor, la audacia y la revolución. La belleza cambia, ahora la belleza estará en la velocidad. El canto al automóvil y al avión sustituye a la mujer como musa. Su definición de la guerra como higiene del mundo y su nacionalismo acendrado les hace ser precursores del nazismo y, en Italia, del fascismo.
En Alemania surge, en 1910, el Expresionismo. Su mayor difusor, Ivan Goll, lo define como la expresión de una realidad espiritual. Se realza la fealdad, lo demoníaco, se reconoce el poder de las tinieblas y un gusto sado-masoquista por lo catastrófico. Destaca el caos como medio donde se desenvuelve su héroe. Un héroe que tiende a la divinización, a ser un superhombre negativo y destructor.
El Dadaísmo es creado por Tristan Tzara, en 1916, basado en el nihilismo y la destrucción, porque la construcción lleva a una perfección que les aburre; por lo tanto, hay que destruir. Todo queda reducido al absurdo.
Más próximo a nuestro entorno está el Creacionismo, creado con polémica por Vicente Huidobro, poeta chileno que viene a Europa, aunque ya en París Pierre Reverdy pide su autoría en el movimiento. La propuesta de Huidobro es la del hombre creador, que construya su mundo como lo hace la Naturaleza. Defiende el irracionalismo y la subjetividad. De la percepción que el poeta tiene de la realidad vivida le saldrá un mundo diferente e independiente del que vive, un mundo creado para la poesía mediante la metáfora.
Pero el movimiento con mayor repercusión será el Surrealismo. Nacido de las cenizas de Dadá, su creador es André Bretón, que, en 1924, presenta su primer Manifiesto surrealista, que es una propuesta ético-estética donde se dan pautas sociales y procedimientos poéticos.