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Argumento de la obra:

La acción transcurre en un espacio cerrado (una casona en un pueblo andaluz). A la muerte de su segundo marido, Bernarda Alba, mujer despótica que ordena y manda sobre vidas, haciendas y voluntades de sus hijas, impone a estas un luto riguroso, acompañado de encierro. Sus indicaciones manan de una estricta moral y de un sentimiento de pertenecencia a una casta superior. Reprime y condena a cuantos están a su alrededor. 

El calor sofocante y las relaciones malsanas, van aumentando la tensión entre las hijas y entre estas y la madre, que Poncia, criada de muchos años en la casa, intenta a veces moderar. 

Angustias, la mayor y menos agraciada de las hijas pero con una buena dote económica, va a casarse en matrimonio arreglado por Bernarda con Pepe el Romano, que en realidad pretende a Adela, la hija menor, con quien mantiene a su vez una relación apasioada. Adela, rebelde, pretende enfrentarse a su asfixiante entorno para lograr el amor de Pepe y su libertad. Cuando es descubierta de noche en su "pecado", la ira de Bernarda cae justiciera sobre los amantes y dispara con una escopeta a Pepe, que logra salir indemne. Adela, imaginando que Pepe ha muerto, se ahorca en su habitación. 

La obra termina con una Bernarda más déspota que nunca que ordena silencio a sus hijas, les impone la idea de que Adela ha muerto virgen y promete que el encierro será ya eterno. 

Dónde localizamos este fragmento:

La obra tiene tres actos. En el primero se sitúa la acción en el espacio y en el tiempo, se conoce a los personajes y se apuntan los acontecimientos. En el segundo se avanza en la trama, aumenta la tensión y se escenifica el enfrentamiento. El tercero precipita la tragedia. 

El fragmento que estamos comentando se sitúa en el segundo acto. Intervienen las cuatro hijas de Bernarda, que tienen como interlocutora a la vieja criada Poncia. La escena transcurre en el interior de la casa, convertida en prisión en toda la obra. Precisamente en este fragmento se representa o se apunta uno de esos conflictos o enfrentamientos que definen al segundo acto ("lo que nos muerde", en palabras de Adela).

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García Lorca ha organizado el contenido del fragmento basándose en la alternancia entre dos espacios: el interior, con las mujeres (espacio femenino) y el exterior (espacio masculino que no se representa; solo se oye). 

Los cuatro fragmentos líricos (dos intervenciones del coro y dos de las hijas) se van alternando con el diálogo de las mujeres. Pero esa alternancia no es estática: a medida que se aleja la copla de los segadores, van aumentando también los sentimientos de angustia y nostalgia que esa copla deja como huella desvaída en el discurso de las dos hermanas, Martirio y Adela. 

Así, esa estructura, sustentada en el acercamiento y alejamiento progresivo del cantar de los segadores, contribuye a acrecentar la tensión dramática del fragmento, al tiempo que el lirismo se va adueñando completamente de la escena, acumulándose al final.

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Lorca es un maestro de la escena. Conoce bien y exprime los recursos del género dramático para ponerlos al servicio de su mensaje y de las sensaciones que quiere causar en el espectador. 

• Lo primero que llama la atención en el fragmento es la mezcla entre prosa y verso, o por mejor decir, la presencia de elementos líricos (cantar de los segadores), en este caso de raíz popular, usados (como en tantas ocasiones en Lorca) no solo para ambientar una escena que no se representa ante el espectador, sino para crear un contraste dramático entre el opresivo interior de la casa y la vitalidad externa, que se cuela en forma de sonido por las paredes.  Estas incursiones de la poesía popular fueron recurrentes en otras obras teatrales de Lorca. La mezcla entre lo tradicional y lo innovador siempre fue su sello de identidad.

• Otro recurso expresivo propio de Lorca es el uso de elementos de la naturaleza como símbolos que refuerzan o contrastan nociones, en este caso la sensación de opresión: los "campanillos lejanos", el sol, el calor, el canto de los segadores...

• Con frecuencia, los personajes de Lorca adquieren un lenguaje fuertemente metafórico, creando imágenes de gran potencia expresiva. Fíjate en estas comparaciones sensuales de Poncia: "como árboles quemados", "apretado como una gavilla de trigo".  O en esta sobrecogedora afirmación de Magdalena: "Ni nuestros ojos siquiera nos pertenecen". Este lenguaje con carga simbólica, que a veces lo acerca al de la tragedia clásica, contrasta puntualmente con usos reales, e incluso coloquiales, en algunos personajes, generalmente los que están más en contacto con la realidad. Observa, por ejemplo, la expresión de Poncia: "¡Callar, callar!".

• El uso que Lorca hace de las acotaciones también es sumamente eficaz desde el punto de vista dramático. No se trata solamente de meras indicaciones destinadas al director o el escenógrafo; adquieren un valor por sí mismas. Fíjate, por ejemplo, en el efecto que produce la reiteración de la acotación "Sentándose". Este simple movimiento escénico, al repetirse en cada una de las mujeres, denota su resignación e inmovilidad ante sus grises destinos.  En otras ocasiones, la acotación presenta un valor literario y plástico indudable, como en "Todas oyen en un silencio traspasado por el sol". Y no faltan los casos en que las acotaciones imprimen una intensidad creciente a las actitudes de los personajes. Así, al final del fragmento el "Con nostalgia" de Martinio se convierte en el "Con pasión" de Adela, caracterizando distintas intensidades del sentimiento de rebeldía.

• La omisión es otro de los recursos dramáticos que utiliza el autor en el fragmento. Potencia la tensión entre los personajes cuando no se nombra lo que todos saben. Así se manifiesta en el pequeño enfrentamiento entre Martirio y Adela:

Martirio: ¿Qué tienes tú que olvidar?

Adela: Cada una sabe sus cosas.

• Por último, se ha hablando mucho también del simbolismo de los nombres como recurso expresivo. En este fragmento tienes a casi todos los personajes del drama. Fíjate, por ejemplo, en las connotaciones del nombre de "Martirio", si sabemos que es esta hermana la que delata finalmente a Adela y saca a la luz sus amores con Pepe el Romano, o en las de "Poncia", que se "lava las manos" como Poncio Pilatos sabiendo la tragedia que se está cociendo en la casa. 

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El fragmento condensa algunos de los temas más queridos por el dramaturgo.  Vamos a hacer una lectura de ellos. 

La visión del mundo femenino como "damnificado" por las convenciones sociales se aprecia bien el el texto, así como la distancia abismal entre los sexos. Fíjate en que ni en la obra completa ni en el fragmento sale directamente ningún personaje masculino. El hombre, representado en Pepe el Romano, es un objeto de deseo o de temor de las mujeres, pero siempre lejano, como si no perteneciese a su mundo. Lo mismo ocurre en el fragmento con los segadores, que representan un mundo típicamente masculino, caracterizado por la fuerza física y la libertad de acción. La condición de la mujer en el fragmento queda bien clara. 

En este sentido, es muy esclarecedora la afirmación de Poncia: "Los hombres necesitan estas cosas". Amelia, Adela y Magdalena, enfrentadas en la obra por el interés en Pepe el Romano, están sin embargo de acuerdo en mostrar su desazón por esa diferencia entre los sexos: 

Adela: Se les perdona todo.

Amelia: Nacer mujer es el mayor castigo.

Magdalena: Y ni nuestros ojos siquiera nos pertenecen.

La represión es otro de los grandes temas lorquianos reflejados en el fragmento. El relato de brutal erotismo entre los quince segadores y la prostituta referido por Poncia contrasta fuertemente con los vestidos de luto y los anhelos frustrados de las hermanas ("lo que nos muerde"). Esta represión se humilla con frecuencia ante el autoritarismo de Bernarda. Así, Poncia, que quiere abrir a las muchachas al mundo exterior pero finalmente se acaba convirtiendo en los ojos de Bernarda, imita inconscientemente a esta cuando manda callar a las mujeres ("¡Callar, callar!") del mismo modo en que la dueña de la casa comienza y termina la obra ordenando silencio.

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No en vano, Lorca subtituló La casa de Bernarda Alba como "drama de las mujeres en los pueblos de España". Esto indica su voluntad de marcar cierto carácter social o de denuncia en su obra. Ocurre que esa denuncia se plasma de un modo poético y dramático, artístico, y no de un modo directo. El "feminismo" de Lorca ha sido muy debatido, pero lo indudable es que hace reposar en muchos de sus personajes femeninos sus ansias de libertad y de una sociedad más libre e igualitaria. 

No es casualidad que la obra se terminase cuando la Guerra Civil estaba iniciándose. El ambiente político era extraordinariamente tenso y la conciencia política y social de Lorca, republicano y de izquierdas, estaba ya plenamente consolidada. Por ello, muchos han querido ver en esta su última obra una alegoría o representación simbólica del autoritarismo, de la dictadura que él mismo veía venir. 

Otros, interpretando de modo más abstracto esta obra, ven en ella también un reflejo del propio sentir de Lorca como homosexual en lucha contra una sociedad hostil y represora de las libertades individuales.

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El fragmento que hemos analizado recoge muchos de los rasgos del teatro renovador y de vanguardia en el que se encuadra la obra, y del último teatro de Lorca en particular. Repasemos algunos:

• Mezcla de lo innovador y lo popular. La ambientación, los recursos escénicos, algunos parlamentos o la presencia de fragmentos de lírica tradicional reflejan el gusto por el mundo popular que siempre caracterizó a Lorca. Pero, como buen integrante de la Generación del 27, también innova en el lenguaje teatral, creando imágenes poéticas y mundos metafóricos y jugando incluso con los límites entre los géneros: La casa de Bernarda Alba se define como drama pero en ocasiones el carácter de los personajes y su lenguaje lo acercan a una tragedia clásica. 
• Teatro comprometido. Bajo el drama y la anécdota, la obra esconde una crítica a los convencionalismos a los que se sometía a las mujeres, especialmente en el mundo rural (morales, sociales, de clase, etc.). Es difícil saber cuál hubiese sido el éxito de la obra de haberse gestado en otras circunstancias (fue prohibida tras la muerte del autor), pero es muy probable que Lorca hubiese logrado con ella conjugar el teatro de denuncia y contenido con el teatro comercial del que siempre huyó. 
• Visión trágica de la existencia y de la condición femenina.