Miguel de Unamuno y Jugo nace en Bilbao en 1864. En su infancia vive la guerra carlista y queda huérfano de padre. Con dieciséis años marcha a Madrid, donde estudia Filosofía y Letras y trabaja como profesor de Latín y Psicología. Se presenta a varias oposiciones y finalmente obtiene la cátedra de Griego en la Universidad de Salamanca, de la que fue nombrado rector hasta en tres ocasiones.
Debido a su oposición a la dictadura de Primo de Rivera es desterrado en Fuenteventura y Francia. Vuelve a España con el fin de la dictadura y se convirtió en diputado durante la República. Animó a la sublevación de los intelectuales pero quedó decepcionado a causa de la represión que vive en Salamanca, en la que pasó momentos difíciles durante la guerra civil, intentando ser mediador de amigos y desconocidos, los cuales estaban siendo encarcelados y fusilados, y llegando a interceder por ellos incluso ante el general Franco.
El 12 de octubre de 1936, en el paraninfo de la Universidad, se enfrentó públicamente al general Millán-Astray, y pronunció sus célebres palabras: "Venceréis pero no convenceréis", que provocaron su destitución y confinamiento domiciliario, donde murió repentinamente el 31 de diciembre.
Unamuno vivió una fuerte contradicción en su vida, una lucha entre el corazón y la cabeza, consigo mismo y con los demás; se definió a sí mismo como: "un hombre de contradicción y de pelea". Atraviesa diversas crisis: de fe, política y existencial, durante las cuales manifiesta sus reflexiones sobre la vida y la muerte, su angustia y su agonía: "si el alma no es inmortal nada vale nada, ni hay esfuerzo que merezca la pena", "¡Ser siempre! ¡Ser Dios!", "mi agonía, mi lucha por el cristianismo, la agonía del Cristianismo en mí, su muerte y su resurrección en cada momento de mi vida íntima".
Todos estos aspectos se verán reflejados en su creación poética, en la que destaca una métrica tradicional en la que predominan el romance y el soneto, que moderniza, alejándose de la sonoridad modernista. Entre sus obras poéticas destacan:
- Poesías (1907): presenta el conflicto religioso y la patria.
- El Cristo de Velázquez (1920), donde muestra su pasión por Jesús.
- Andanzas y visiones españolas (1922), obra en la que expresa sus emociones frente al paisaje español.
- Romancero del destierro (1928), libro escrito en el periodo que estuvo desterrado.
- Cancionero (1953): obra póstuma.
Poesías
Tú me levantas, tierra de Castilla,
en la rugosa palma de tu mano,
al cielo que te enciende y te refresca,
al cielo, tu amo,
Tierra nervuda, enjuta, despejada,
madre de corazones y de brazos,
toma el presente en ti viejos colores
del noble antaño. [...]
Con la pradera cóncava del cielo
lindan en torno tus desnudos campos,
tiene en ti cuna el sol y en ti sepulcro
y en ti santuario.
Es todo cima tu extensión redonda
y en ti me siento al cielo levantado,
aire de cumbre es el que se respira
aquí, en tus páramos.
¡Ara gigante, tierra castellana,
a ese tu aire soltaré mis cantos,
si te son dignos bajarán al mundo
desde lo alto!
Podemos apreciar la referencia a España, Castilla, que eleva el ánimo del poeta: "Tú me levantas...", o la primera persona en el verso catorce: "en ti me siento al cielo elevado" , y en el dieciocho: "soltaré mis cantos".
Andanzas y visiones españolas
Del color de la espiga triguera
ya madura
son las piedras que tu alma revisten,
Salamanca,
y en las tardes doradas de junio
semejan tus torres
del sol a la puesta
gigantescas columnas de mieses
orgullo del campo
que ciñe tu solio. [...]
Cuando puesto ya el Sol, de tu seno
rebotan tus piedras
el toque de queda,
me parecen los siglos mejerse,
que el tiempo se anega,
y vivir una vida celeste
—¡quietud y visiones!—
¡Salamanca!
Aquí apreciamos la alusión al paisaje de Salamanca, lo que suscita en Unamuno: "vivir una vida celeste —¡quietud y visiones!—"
Cristo de Velázquez
¿En qué piensas Tú, muerto, Cristo mío?
¿Por qué ese velo de cerrada noche
de tu abundosa cabellera negra
de nazareno cae sobre tu frente?
Miras dentro de Ti, donde está el reino
de Dios; dentro de Ti, donde alborea
el sol eterno de las almas vivas.
Blanco tu cuerpo está como el espejo
del padre de la luz, del sol vivífico;
blanco tu cuerpo al modo de la luna
que muerta ronda en torno de su madre
nuestra cansada vagabunda tierra;
blanco tu cuerpo está como la hostia
del cielo de la noche soberana,
de ese cielo tan negro como el velo
de tu abundosa cabellera negra
de nazareno. [...]
En este fragmento se puede apreciar esa pasión por la figura de Jesús, con esas preguntas que le lanza al Cristo en la cruz: "¿En qué piensas tú, muerto, Cristo mío?", o las descripciones que hace: "blanco tu cuerpo, abundosa cabellera".