Retroalimentación
Tras la Guerra Civil, es cierto que los poetas comparten una preocupación por el tema del ser humano, una rehumanización que ya había comenzado con los poetas del 27. Pero cada uno lo expresa de forma distinta. Para Panero el mundo está bien hecho y lo acepta. Bousoño se instala en la tristeza, en la melancolía de lo perdido.
Panero representa lo que se ha conocido como "poesía arraigada", la que tiene una visión coherente y ordenada del mundo que le rodea. Junto a Dionisio Ridruejo o Luis Rosales, forma un grupo conocido como "juventud creadora", contraria a los enfoques negativos existenciales de otros poetas del momento. Publican en la revista Garcilaso, por lo que son conocidos también como "garcilasistas", una poesía que vuelve su mirada al soneto, terceto y otras formas clásicas. Sus temas giran en torno al sentimiento religioso, el paisaje, las cosas bellas.
Con el tiempo, algunos de sus miembros cambian de actitud ante el Régimen y toman una postura alejada de él, como le pasó a Dionisio Ridruejo, o como es el caso del granadino Luis Rosales, que con su libro poético narrativo La casa encendida va acercándose al existencialismo.
Esa es la posición poética del otro grupo de poetas del momento. Para estos escritores el mundo es un caos y una angustia, lejos de toda armonía y serenidad. Un poeta del 27, Dámaso Alonso, con Hijos de la ira, será quien marque la línea de esta escuela. Todos ellos se agruparán bajo la revista Espadaña, fundada por Victoriano Crémer y Eugenio de Nora. Aunque muchos de ellos emplean las mismas estrofas y versos que los garcilasistas, sin caer en una preocupación estética excesiva y con un estilo más directo, basan su dolor en una religiosidad interior. Temáticamente la poesía de los "desarraigados" adquiere un tono trágico, triste y de insatisfacción. Entre los autores destacados están el ya citado Carlos Bousoño, José Luis Hidalgo, Leopoldo de Luis, Vicente Gaos, Gabriel Celaya o Blas de Otero.