Leí el poema. La única pista servible de todo aquel material encontrado.
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Imagen de Caspar David Friedrich en Wikimedia Commons bajo Dominio público |
Ya, ya aumentando la nocturna sombra
Abrevia el sol el término del día;
Ya extiende el viento la movible alfombra
Al turbio otoño que la tierra enfría.
Triste al alma mía.
Inspira el mundo ya. Tristeza al alma
Que respondiendo el estertor del mundo
Voz en este profundo
Silencio busca y vida en esta calma:
Al alma que en sí misma se repliega,
Que está del mundo en la tristeza triste,
Y a su dolor y soledad se entrega,
Y a sentirse penar dura y existe.
Abajo, en letra manuscrita aparecía: Poesías. Madrid, Impr. de M. Rivadeneyra, 1872.
¿Qué significaba aquello? ¿De dónde procedía este texto?
Busqué entre sus libros. Tomé de la estantería varios volúmenes de poesía. Pero todos tenían la página 231 intacta. Me senté, desesperado, en su sillón de lectura. Un libro sobre el suelo, como un desecho de una tarea cumplida. Lo levanté: Poesías de Tassara. Madrid. Imprenta y estereotipia de M. Rivadeneyra, calle Duque de Osuna, número 3. 1872. Allí estaba. Su página 231 se encontraba sobre mis faldas.
Una sospecha me vino a la cabeza. El suicidio. Y de ser así, ¿por qué y, lo que era más importante, dónde estaba el cadáver?
Evidentemente si se trataba de esto, autores y textos españoles no le faltaban para inspirarse. Aquí el Romanticismo tuvo gran trascendencia. No en balde se decía que España era un país romántico.