Junto a esta doble producción literaria, crece la importancia del autor individual, sobre todo en la obra narrativa en prosa, aunque no así en los restos de narrativa en verso que, proveniente de los cantares de gesta, conserva el carácter anónimo de la épica.
Y si a esto se le suma la invención de la imprenta a mediados de siglo y la difusión del papel, con el consiguiente abaratamiento de los libros, la lectura se convierte en una actividad de moda en los círculos sociales de prestigio y, con ello, la escritura, un oficio reputado y celebrado.