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T. S. Eliot. Imagen en Wikimedia Commons
de Ottoline Morrell bajo dominio público. |
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Los críticos anglosajones llaman Modernismo al período que va desde 1900 hasta 1940, aproximadamente, es decir, el que se corresponde con el vanguardismo continental. El Modernismo se caracteriza por un afán general de renovación literaria, común a poetas y prosistas, que se manifiesta en el rechazo del realismo del siglo XIX, el uso de técnicas innovadoras, como el monólogo interior y el verso libre, y una gran libertad en el lenguaje.
En la poesía, el Modernismo dio lugar a varios movimientos de vanguardia. El más importante de ellos fue el Imagismo -de "imagism"-, que se caracterizó por hacer de la imagen el centro del poema: la metáfora o el símil que expresara exactamente la idea central debía ser lo que configurara el texto, no la forma métrica o el desarrollo del tema según los cánones tradicionales. También se da en el Imagismo, como en las vanguardias europeas, un acercamiento a las otras artes, sobre todo a la pintura cubista.
Fueron muchos los poetas que experimentaron con las nuevas formas, pero destacan particularmente Ezra Pound y Thomas Stearn Eliot.
- Ezra Pound (1885-1972) comenzó recreando la poesía europea clásica y medieval y la poesía china, pero su obra cumbre son los Cantos, en los que experimenta con el verso libre, la configuración gráfica del poema, las metáforas inesperadas y las aliteraciones. En un intento de alcanzar la obra total, Pound integró en los Cantos elementos tan diversos como la filosofía de Confucio, la mitología y las teorías económicas y políticas de su época. Después de la guerra fue juzgado por haber colaborado con el fascismo italiano, pero sus amigos consiguieron que se le declarara mentalmente incapacitado, y fue internado en un psiquiátrico.
- La otra gran figura del Modernismo anglosajón es T. S. Eliot (1888-1965). Obtuvo el premio Nobel en 1948, por una obra que evoluciona desde el irracionalismo nihilista y caótico de La tierra baldía, reflejo de la crisis espiritual provocada por la I Guerra Mundial, hasta el clasicismo de raíz cristiana de los Cuatro cuartetos, en los que la simbología evoca los temas de la caída y la redención.