La espada misteriosa
Así, pues, el Día de Año Nuevo, acabado el servicio religioso, fueron los barones al campo, unos a justar y otros a tornear. Y acaeció que sir Héctor, que tenía grandes posesiones en Londres, acudió a la justa y con él fueron su hijo sir Kay, y el joven Arturo, hermano de leche de éste; y sir Kay había sido hecho caballero en la anterior fiesta de Todos los Santos. Y mientras cabalgaban camino de la justa, sir Kay echó de menos su espada, que se había dejado en la posada de su padre; así que rogó al joven Arturo que fuese por su espada.
-De grado lo haré -dijo Arturo, y cabalgó aprisa en busca de la espada. Y cuando llegó a la casa, la dueña y todos se habían ido a ver justar.
Entonces se enojó Arturo, y se dijo: «Iré al patio de la iglesia y me llevaré la espada hincada en la piedra, pues no estará mi hermano, sir Kay, sin espada este día» Y al llegar al patio de la iglesia, se apeó sir Arturo, ató el caballo en la entrada, fue a la tienda, y no halló a ningún caballero en ella, ya que estaban en la justa; tomó la espada por el puño y la sacó de la piedra con fiereza y facilidad; tomó el caballo, emprendió su camino hasta llegar a su hermano sir Kay y le entregó la espada.
Luego que sir Kay vio la espada, supo bien que era la espada de la piedra; así que fue a su padre sir Héctor, y dijo: «Señor, he aquí la espada de la piedra; por ende debo ser rey de esta tierra».
Cuando sir Héctor vio la espada, tornó a la iglesia, se apearon allí los tres, y entraron en la iglesia. Y al punto hizo jurar a sir Kay sobre un libro cómo había obtenido aquella espada.
-Señor -dijo sir Kay-, por mi hermano Arturo, pues él me la ha traído.
-¿Cómo habéis sacado esta espada? -dijo sir Héctor a Arturo.
-Señor, os lo diré. Al volver por la espada de mi hermano, no hallé a nadie en la casa que me la entregase; y pensando que mi hermano no debía quedar sin espada, vine aquí con presteza y la saqué de la piedra sin esfuerzo.
-¿Hallasteis algún caballero junto a esta espada? -dijo sir Héctor.
-No -dijo Arturo.
-Ahora entiendo -dijo sir Héctor a Arturo- que debes ser rey de esta tierra.
-¿Por qué yo -dijo Arturo-, y por qué causa?
-Señor -dijo Héctor-, Dios lo quiere así, pues ningún hombre habría sacado esta espada, sino el que será legítimo rey de esta tierra. Ahora dejad que vea si podéis meter la espada donde estaba, y sacarla otra vez.
-Eso no es ninguna maestría -dijo Arturo, y la puso en la piedra. Luego probó sir Héctor a sacar la espada, y no pudo.
THOMAS MALORY, La muerte de Arturo.
Este fragmento pertenece a una de las más famosas novelas de la llamada "materia de Bretaña" o "ciclo artúrico". Se trata de un conjunto de narraciones de distintos autores en las que se recrean las leyendas del rey Arturo y los caballeros de la Tabla Redonda.
¿Conoces alguna versión cinematográfica de esta escena?