BAP: barreras objetivas
Las barreras son objetivas, sociales y colectivas, aunque engendren hábitos en el alumnado, como también en las personas adultas con que se relacionan:
“El uso del concepto de “barreras al aprendizaje y la participación” (BAP) puede ayudar a resolver las dificultades educativas asociadas a la, lamentablemente habitual, tarea de identificar a ciertos estudiantes como “con necesidades educativas especiales”. La idea de que las dificultades educativas pueden ser resueltas etiquetando a los estudiantes de esta forma y después llevando a cabo una intervención individual, tiene considerables limitaciones. Entender las “deficiencias” o “la discapacidad” de algunos estudiantes como la causa principal de sus dificultades educativas, nos desvía la atención de las barreras existentes en todos los contextos o sistemas en los que los estudiantes se desarrollan y aprenden, así como del resto de aspectos que interactúan con sus condiciones personales y sociales” (Booth y Ainscow, 2015, trad. por Echeita et al., OEI y FUHEM, pp. 44-45).
Covarrubias (2019) clasifica las barreras (BAP) en tres dimensiones:
- culturales, como la discriminación contra determinados colectivos o algo tan cotidiano como la ortografía, en la medida que no reconozca y valore la diversidad de las variantes andaluzas
- políticas, como la contradicción entre normas que promueven las aulas inclusivas y otras instrucciones que persisten en el tratamiento individualizado y separado de los ACNEAE
- prácticas, sean de accesibilidad, como una organización del aula que dificulta la comunicación entre todo el alumnado; o de didáctica, como el uso de fichas para el aprendizaje del alumnado NEAE o de adaptaciones individuales, en lugar de metodologías incluyentes como el ABP