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ABP+ 8. Evaluación inclusiva

Evaluación inclusiva y personalizada

Todas tenemos experiencia

Las claves de la evaluación auténtica son muy simples, aunque su simplicidad no consiste en repetir lo que hayamos sufrido en algunos —o muchos— episodios de la educación formal o en otras especies de enseñanza conductista, que conocemos por la literatura, desde el Lazarillo a David Copperfield. 

Los mecanismos que nos obligan a soportar la calificación con resignación académica y preferir los exámenes como medio de evaluar no son sencillos, sino complicados y sinuosos. Hay que adiestrar a alguien en tales hábitos con mucho empeño y reiteración para que los internalice. 

Qué se entiende por examen

"Si por examen se entendiese la constante atención del maestro a sus discípulos para darse cuenta de su estado y proceder en consonancia, ¿quién rechazaría semejante método sin el cual no hay obra educativa posible? Pero justamente las pruebas académicas a que se da aquel nombre constituyen un sistema en diametral oposición con ese trato y comunión constante. Pues, donde esta existe, aquel huelga, y, por el contrario, jamás los exámenes florecen, como allí donde el monólogo diario del profesor pone un abismo entre él y sus alumnos [...] La enseñanza es función viva, personal y flexible" (Giner de los Ríos, 1894: “O educación o exámenes”).

Examen pedagógico: ¿dialogas?

Por el contrario, cabe recordar las veces en que personas más capacitadas nos han acompañado durante el ingreso en un mundo social y han facilitado nuestro aprendizaje. Madres y padres, compañeras y amigos, colegas profesionales, fraternales o sororiales, han revisado nuestra actividad y nuestras producciones, mientras nos ofrecían su retroalimentación (feedback) a cambio de una sonrisa o un paseo al fresco. Algún daimon se obstinó en convencernos de que “eso no es aprender”, si conlleva placer en vez de sufrimiento. 

Sin embargo, esas prácticas fronterizas entre la educación formal y los aprendizajes informales, la escuela y la familia, basadas en la amistad, eran las que defendía la Institución Libre de Enseñanza. Son nuestras raíces:

Sustituid en torno del profesor a todos esos elementos clásicos [cátedra, estrado, pizarra, gradas, bancos, etc., por] un círculo poco numeroso de escolares activos, que piensan, que hablan, que discuten, que se mueven, que están vivos [...] y entonces la cátedra es un taller, y el maestro, un guía en el trabajo; los discípulos, una familia; el vínculo exterior se convierte en ético e interno; la pequeña sociedad y la grande respiran un mismo ambiente; la vida circula por todas partes y la enseñanza gana en fecundidad, en solidez, en atractivo, lo que pierde en pompa y en gallardas libreas (Giner de los Ríos, 1922: 34-35).

Es evidente que la función adulta en la escuela no consiste solamente en proporcionar placer a la infancia, como en un parque de atracciones. Sin embargo, basta cambiar la fórmula por "proporcionar sufrimiento" para tomar conciencia de lo intolerable. Obligar a la retención de la orina durante una mañana es solamente un ejemplo. ¿Cómo evitar el exceso disciplinario? Podría ser sencillo: defendiendo los afectos en la escuela (Brailovsky, 2019; García Gómez, 2022). Lo que debemos aplazar toda la mañana y todo el día no es la orina, sino la violencia.

Más allá de las ideologías y de los dogmas o el mercado, la relación interpersonal en la escuela necesita demostrar cuidado, cariño y respeto para que una retroalimentación centrada en la tarea no se confunda con una agresión. Los libros más bellos del mundo tratan sobre ese diálogo formativo, que afecta a las dos partes: Murasaki Shibu, el sufismo, Christine de Pisan, Cervantes, Juana Inés de la Cruz, Rousseau, Schiller, Jean Paul, las hermanas Brönte y las "hermanas de posguerra": Carmen Laforet, Carmen Martín Gaite, Ana María Matute y Josefina Aldecoa, entre muchas otras narraciones de aprendizaje (Martínez Sánchez, 2010).

Esta educación de los afectos necesita docentes que construyan su desarrollo profesional con el resto de los colegas, afrontando colegiadamente las dificultades que plantean las relaciones de enseñanza-aprendizaje. Profesionales que comprendan el significado emocional del estudio, que pongan en práctica un estilo investigativo de enseñanza y aprendizaje, que sean rigurosos y minuciosos en la detección de las barreras al estudio y capaces de abordar la enseñanza de cuestiones importantes (García Gómez, 2022: 155).