El lanzador de estrellas
EL LANZADOR DE ESTRELLAS - Alberto Ortega
Atanasio era un hombre, entrado en años, inteligente, culto y con sensibilidad acerca de las cosas importantes de la vida. Solía ir a su
cabaña en la playa, donde pasaba temporadas escribiendo y buscando inspiración para sus libros de filosofía. Tenía la costumbre de caminar antes de comenzar su trabajo. Un amanecer, mientras paseaba junto al mar, observó a lo lejos una figura humana que se movía como un bailarín. Se sonrió al pensar en alguien bailando para saludar el día. Apresuró el paso, se acercó y vio que se trataba de un joven. Comprobó que no bailaba, sino que se agachaba para recoger algo y, suavemente, lanzarlo al mar. A medida que se iba acercando, saludó: —¡Buen día, joven! ¿Qué está haciendo? El joven hizo una pausa, se dio vuelta y respondió: —Arrojo estrellas de mar al océano.
—¿Por qué arrojas estrellas de mar al océano? —dijo el sabio. El joven respondió: —Hay sol y la marea está bajando, si no las arrojo al mar, morirán.
—Pero, joven, —replicó el sabio—. ¿No se da cuenta que hay cientos de kilómetros de playa y miles de estrellas de mar? ¡Nunca tendrá tiempo de salvarlas a todas! ¿Realmente piensa que su esfuerzo tiene sentido?
El joven lo escuchó respetuosamente, luego se agachó, recogió otra estrella de mar, la lanzó con fuerza por encima de las olas y exclamó:
—¡Para aquella... sí, tuvo sentido!
La respuesta desconcertó a Atanasio, no podía explicarse una conducta así. Se sintió molesto, no supo qué contestar y regresó a su cabaña a escribir. Esa tarde, no tuvo inspiración para escribir y en la noche no durmió bien; soñaba con el joven y las estrellas de mar por encima de las olas... Intentó ignorarlo, pero no pudo. La mañana siguiente, cuando el sol nuevamente lamía el mar y una suave bruma envolvía el ambiente, descubrió las siluetas de dos hombres, uno joven y otro viejo, que se veían juntas, a lo lejos, como si bailaran sobre la
arena...