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Los servicios de apoyo proporcionados por los ecosistemas son los servicios necesarios para la producción del resto de servicios. Mantienen las condiciones favorables para la vida en la Tierra, ya sea mediante la formación de los suelos, el ciclo de los elementos nutritivos, la producción de biomasa, la oferta de hábitats naturales, la retención y el transporte de sedimentos, la producción de dioxígeno atmosférico, el ciclo del agua y el del carbono.
Formación de los suelos
En el origen de la formación de los suelos se encuentran la materia mineral, roca o sedimentos que quedan descubiertos. Dicho sustrato, cuando queda expuesto, es duro pero puede degradarse.
Las primeras transformaciones se deben a la acción del clima (sucesión de las heladas, deshielo, calor), al agua a la atmósfera, que interactúan directamente con la roca (granítica, calcárea) para transformarla y degradarla.
Sobre los afloramientos de roca viva, las primeras y a veces únicas plantas que se instalan son los líquenes, capaces de vivir sin suelo, pero que producen ácidos capaces de desagregar la roca en superficie.
Se denomina erosión bioquímica a la acción de las raíces menores que se deslizan en los intersticios y que, mediante sus secreciones, degradan los minerales.

Reciclaje de la necromasa
El suelo es, sin embargo, una matriz compleja.
La vegetación proporciona restos vegetales que forman una capa de materia orgánica, llamada lecho, que cubre el suelo y provoca la erosión de la roca debido a su degradación. Este lecho no solo se compone de materia orgánica como hojas o frutos, sino que también se compone de cadáveres de insectos, de animales, de excrementos entre otros formando la denominada necromasa o materia orgánica muerta, por oposición a la biomasa, que es materia orgánica viva.
La necromasa juega un papel importante en la fertilidad del suelo y en el ciclo de los nutrientes. Es descompuesta y reciclada por la acción de una cadena de organismos (insectos, pequeños animales, hongos y microorganismos) que viven en el suelo o en su superficie, produciendo así el humus y los compuestos minerales.
Entre los descomponedores podemos citar: un hongo que puede cubrir rápidamente con sus filamentos micélicos el cadáver de un grillo; a las hormigas, que pueden diseccionar grandes trozos, ramitas o granos; a los insectos necrófagos, como ciertos dípteros o coleópteros especializados en cadáveres; a los coprófagos, eficaces limpiadores, como el escarabajo pelotero, que entierran los restos en el suelo, eliminan los organismos parásitos de los vertebrados así como otros transmisores de enfermedades que puedan contener.
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Numerosas bacterias, refinan la materia muerta y la transforman hasta convertirla completamente en inorgánica, reciclando así los elementos nutritivos del suelo.
La necromasa es un indicador de la biodiversidad de un medio.
En los bosques templados, la ausencia de necromasa leñosa puede indicar una sobreexplotación de los bosques. En contra de la idea de que hace falta “limpiar” los bosques de madera muerta, por el peligro de que esos insectos “contaminen” los árboles sanos, es fundamental conservarla, sobre todo si está asociada a una biomasa dinámica, que es un vivero de biodiversidad y un factor de vitalidad y de calidad del ecosistema forestal.
Producción de Humus
Al descomponerse, la materia orgánica produce un estado de mineralización (se liberan compuestos minerales) y un estado de humidificación de compuestos orgánicos blandos que se entrelazan entre ellos y con las arcillas. Esta humidificación crea el humus, sin el cual no puede constituirse un suelo fértil.
El humus actúa como un “manto” que cubre la superficie; es una capa de tierra vegetal oscura, naturalmente protectora, que retiene mucha agua. Es un abono de naturaleza química variable según la materia orgánica que lo integre. Mantiene de manera duradera las capas inferiores del suelo más o menos permeables y aireadas impregnándolas en algunas partes, y las recarga de nutrientes de un modo natural.
En las regiones áridas o desérticas, en ausencia de una cobertura vegetal, es difícil que se forme el humus. Sin esta protección, el suelo resulta vulnerable a la erosión y puede ser destruido.
