Desde dentro tengo la sensación de ser un individuo único, un centro de conciencia persistente. Sé quién soy y mantengo mi identidad a través de los avatares y las épocas de la existencia. Mis huellas dactilares son solo mías; también mis genes, mi nombre, mis experiencias y todo lo que considero mis singularidades.
Pero los neurocientíficos nos aseguran y, ay, tienen razón, que la sensación de ser uno mismo es una ilusión creada por la memoria. Si perdiéramos la memoria, como sucede en casos de demencia o Alzheimer, no sabríamos quiénes somos y no seríamos quienes somos.
No hay correspondencia ninguna entre la visión interior que nos da certeza sobre nuestra identidad y la visión externa, la que nos da pistas sobre lo frágil de esa sensación de identidad.