¿Por qué sería que no me creí nunca sus últimas palabras?
6.2. La literatura en el siglo XVIII. Orígenes del periodismo y del ensayo en los siglos XVIII y XIX
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Imagen Jean-Jacques Roussea deu en Wikimedia Commons con licencia CC
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Luego, por la tarde de aquel domingo, me enclaustré en la biblioteca del centro, mi refugio, a meditar sobre la conversación con el director. Estaba solo, así que me puse a pasar revista a aquellos tomos tan poco usados por los colegiales. Así topé con uno del que nos había hablado el de Filosofía, El Emilio, de Rousseau, uno de esos enciclopedistas del siglo XVIII que con una lógica aplastante iluminaron la historia de la humanidad. Nunca lo habría ido a buscar expresamente. Pero me llamó la atención su lomo pardo, terso. Pocas manos parecían haberlo manoseado. Pero lo mejor aguardaba en su interior. Era un libro magnífico, cada palabra, cada frase era sabiduría. Había un marcapáginas entre sus hojas. Lo abrí por él. Uno de sus fragmentos estaba subrayado. Lo leí. Me trajo a la memoria la conversación mantenida con el hijo del Jefe de la Casa cuartel.
"¿Qué hará, pues, con este sobrante de facultades y fuerzas que ahora tiene de más y que le hará falta en otra edad? Procurará emplearlo en tareas que, pueda aprovechar cuando fuere necesario; sembrará, por decirlo así, en lo venidero lo superfluo de su estado actual; hará el niño robusto provisiones para apropiarse verdaderamente este sobrante, lo pondrá en sus brazos, en su cabeza, dentro de sí propio.
Ya es llegado el tiempo de trabajar, de instruirse, de estudiar; y nótese que no soy yo quien arbitrariamente hago esta elección, que es la naturaleza quien la indica."
A partir de la lectura de El Emilio me empezó a interesar este periodo de la historia ¿Qué había sucedido en la sociedad para que las ideas de los hombres tomaran este giro?