Nuestra letra más característica, la "ñ", tiene su origen en los manuscritos medievales. El sonido representado por esta letra no existía en latín. Cuando surgió en el habla de los pueblos colonizados por los romanos, las diferentes lenguas romances tuvieron que recurrir a diversos signos para representar ese sonido nuevo. Así, el gallego-portugés usó "nh", el catalán, "ny", el francés y el italiano, "gn"... En castellano se optó por usar en un principio "nn". Como este signo podía ser confundido con una "m", se empezó a usar una "n" a la que se le ponía encima una especie de tilde, que servía para abreviar esa reduplicación. Con el paso del tiempo, ese carácter se fue transformando hasta que se convirtió en la ñ que todos conocemos, siendo el castellano la única lengua que lo usa.