Actividad 1
Hasta el siglo I a.C. no apareció un poema épico en latín que no desmereciera de los poemas épicos de Homero: la Eneida, de Virgilio. María lee algunos pasajes de esta obra. Este que aparece a continuación es uno de ellos.
Eneas y Dido. Imagen de Stefano en Wikimedia Commons . Licencia CC |
[...] Pero la reina -¿quién podría engañar a quien ama?-, adivina la añagaza.
Es ella la primera en percibir lo que iba a suceder,
ella que recelaba de todo cuando estaba a seguro.
La Fama, sin entrañas, da cuenta a su delirio de la nueva:
que ya están aprestando la flota y disponen la marcha.
Sin valor para oponérsele,
se enfurece y se lanza ardiendo de delirio por la ciudad entera
lo mismo que una Ménade tremante al desfilar los emblemas sagrados
cuando el grito de Baco enardece la orgía trienal y el Citerón la llama
con su clamor nocturno. Al cabo se decide a apremiar así a Eneas:
"¡Traidor, con que esperabas poder disimular tan gran maldad
y sin decir palabra marcharte de mi tierra! Pero ¿no te detiene nuestro amor
ni la diestra que un día te di en prenda,
ni la muerte cruel que espera a Dido!
Además en invierno te tomas el trabajo de preparar la flota
y te apresuras a atravesar el mar entre Aquilones, ¡despiadado!
¿Qué? Si no fueras buscando en tierra ajena
una patria que no has visto y si la antigua Troya
se mantuviera todavía en pie, dime ¿dirigirías tus naves allí
con mar tan borrascoso? ¿Huyes de mí? Por estas lágrimas,
por la mano que uniste con la mía, te lo pido,
pues no me queda ya, pobre de mí, nada más que invocar,
por nuestro enlace, por nuestra boda comenzada,
si he merecido alguna gratitud de ti,
o te ha sido dulce alguna cosa mía, ten piedad de una casa que se arrumba
y si existe todavía un resquicio para el ruego, te lo pido, echa de ti esa idea.
[...] ¿En qué manos me dejas en trance ya de muerte, huésped mío,
sólo este nombre ya me queda de mi esposo? ¿A qué aguardo?
[...] Si antes que me abandones a lo menos me hubiera nacido un hijo tuyo,
si viera en mis salones retozar un Eneas pequeñuelo, que a pesar de todo
reflejase en su rostro los rasgos de tu rostro,
no, no me sentiría burlada, abandonada por entero"
Le habla así. Él siguiendo el consejo de Júpiter mantiene inmóviles los ojos
y acalla a duras penas a su dolor en lo hondo de su pecho [...].
(Eneida, IV. 296-331).
Resume el contenido del texto.
Busca información aquí acerca de esta obra y cita el significado de estos términos: Ménade, Baco, Citerón, Aquilones, Júpiter.
¿Con qué argumentos intenta la reina Dido retener a Eneas?