LEEMOS Y ESCUCHAMOS
Viaje al centro de la Tierra
Julio Verne
El día 2, a las seis de la mañana, nuestros valiosos equipajes ya se encontraban a bordo de la Valkyrie. El capitán nos condujo a unos camarotes muy estrechos, instalados bajo una especie de puente.
—¿Tenemos viento favorable? —preguntó mi tío.
—Inmejorable —respondió el capitán Biarna—. Brisa fresca del Sudeste. Vamos a salir del estrecho del Sund con viento largo y a toda vela.
Al cabo de unos instantes, la goleta desplegó el trinquete, los foques, la gavia y la cangreja y tras soltar amarras, orientó el aparejo y entró a toda vela en el estrecho. Una hora más tarde, la capital de Dinamarca parecía sumergirse entre las olas lejanas y la Valkyrie casi rozaba la costa de Elsinor.
La Valkyrie era un buen buque, pero con un barco de vela nunca se sabe lo que puede pasar. Transportaba a Reikiavik carbón, utensilios para el hogar, cerámica, ropa de lana y una carga de trigo. Una tripulación de cinco hombres, todos ellos daneses, bastaba para maniobrar su aparejo.
—¿Cuánto va a durar la travesía? —preguntó mi tío al capitán.
—Unos diez días, más o menos —respondió el marino—, siempre que al pasar por las Feroe no tropecemos con las tormentas del Noreste.
—Pero ¿suele usted experimentar retrasos considerables?
—No, señor Lidenbrock. No se preocupe, llegaremos a tiempo.
Al anochecer, la goleta dobló el Cabo Skagen, en el extremo norte de Dinamarca, cruzó durante la noche el Skager Rak, bordeó la costa sur de Noruega, casi tocando el Cabo Lindness, y salió al mar del Norte.
Dos días después divisamos las costas de Escocia, reconocimos el promontorio de Peterhead, y la Valkyrie puso rumbo a las islas Feroe, pasando entre las Orcadas y las Shetland.
Enseguida, las olas del Atlántico empezaron a azotar la goleta, que se vio obligada a navegar de ceñida para avanzar contra el viento Norte, hasta que, con gran esfuerzo, alcanzó las Feroe.
El día 8 el capitán reconoció la isla Myganness, la más oriental de aquellas islas, y a partir de aquel momento, puso rumbo al cabo Portland, situado en la costa meridional de Islandia.
La travesía no ofreció ningún incidente destacable. Yo soporté bastante bien las inclemencias del mar; pero mi tío pasó todo al viaje mareado, lo que, además de llenarle de vergüenza, contribuyó a agriar aún más su carácter.