SOY UNA NUEZ (BEATRIZ OSÉS)
El fiscal miró al niño silencioso.
—Quiero llamar a declarar a Omar H.
El juez le hizo un gesto para que se levantara y el chico se sentó en el lugar que le indicaron.
—¿Nos podrías decir tu nombre?
El cliente miró a su abogada con los ojos llorosos.
—Aquí me conocen por Nuez.
—Pero ¿ese es tu verdadero nombre?
—No, me llamo Omar —reconoció—. Aunque soy una nuez, además de un niño.
—¿Y cómo es eso posible? —le preguntó el fiscal.
—Porque he atravesado un océano en una nuez, porque he caído de un nogal y porque así me han bautizado en esta tierra.
—¿De dónde vienes?
—De un lugar que usted no querría conocer.
—¿Por qué?
El niño lo miró con seriedad.
—No creo que quiera morir abrasado por las llamas o aplastado por los escombros después de un bombardeo. Tampoco le gustaría contemplar la tierra muerta ni el cielo gris. Vengo de un lugar equivocado por culpa de los mayores.
—¿Qué quieres decir?
—Ese no era mi lugar. Mi madre solía decirme que los niños tienen derecho a crecer como las flores.
—Tu madre tenía razón —contestó el fiscal descolocado.
—Solo he buscado mi lugar.
—¿Y piensas que la vivienda de la señora Marinetti es el lugar adecuado para ti?
—Sí, señor.
El hombre miró con intensidad sus ojos oscuros.
—No tengo más preguntas para el testigo —anunció de repente.
—¿Ya ha terminado con su interrogatorio? —preguntó el juez incrédulo.
El fiscal se ajustó la corbata.
—Sí, señoría. Y, además, quiero retirar todos los cargos contra el cliente de la defensa.
—¿Cómo? ¿Qué quiere usted decir? El fiscal se sentó muy digno.