Capítulo 2: El poder de la Bondad
El sol brillaba con fuerza sobre Villaricos mientras los niños de cuarto de primaria llegaban a la Escuela de Caballeros y Damas de Dragón. El ambiente estaba lleno de risas y charlas, y la emoción por un nuevo día de aprendizaje llenaba el aula. Pero esa mañana, el maestro Sridêr tenía algo especial preparado.
—Hoy vamos a aprender sobre otro superpoder —anunció Sridêr mientras dejaba una gran caja sobre su escritorio—. Hoy aprenderemos sobre la bondad y la generosidad.
Los ojos de los niños se iluminaron cuando vieron lo que había en la caja: estaba llena de juegos de mesa de todo tipo, desde ajedrez hasta cartas y dados. El entusiasmo en el aula era palpable, y todos esperaban con ansias el recreo para poder jugar. Sin embargo, Sridêr sabía que antes de jugar, había una lección importante que debían aprender.
—La bondad y la generosidad no solo son importantes en cómo tratamos a los demás, sino también en cómo compartimos lo que tenemos —dijo Sridêr—. Es fácil querer lo mejor para uno mismo, pero la verdadera bondad radica en compartir y asegurarse de que todos puedan disfrutar.
Los estudiantes asintieron, pero al comenzar a organizar los juegos, surgieron algunos conflictos. Laura y Victoria querían jugar con el mismo juego, y pronto la conversación se transformó en una discusión sobre quién debería usar qué juego.
—¡No es justo que solo algunos jueguen lo que quieren! —se quejó Ginés.
—Yo también quiero jugar a ese juego —dijo Santiago, molesto.
El maestro Sridêr, viendo el conflicto, decidió intervenir de manera ingeniosa. En lugar de regañar a los niños, aprovechó el momento para enseñarles una lección sobre la bondad.
—Chicos, antes de seguir discutiendo, me gustaría que resolviéramos esto con la cabeza —dijo Sridêr con calma—. Todos sabemos que estamos practicando sumas, restas, multiplicaciones y divisiones, ¿verdad?
Los estudiantes asintieron. El maestro Sridêr escribió en la pizarra un problema matemático relacionado con el número de juegos y el tiempo de juego disponible:
—Imaginemos que tenemos 12 juegos de mesa y 24 estudiantes. Si todos quieren jugar y solo hay 12 juegos disponibles, ¿cómo podemos asegurarnos de que todos se diviertan sin pelearse por los juegos?
Los niños comenzaron a hacer cálculos y a discutir soluciones. Después de unos minutos, Laura levantó la mano con una propuesta:
—Podríamos dividir a los estudiantes en grupos y asignarles diferentes juegos, para que todos puedan jugar. Así, nadie se quedaría sin jugar y todos tendríamos la oportunidad de divertirnos.
El maestro Sridêr sonrió, complacido con la respuesta. Luego planteó otro problema:
—Ahora, si cada grupo juega durante 15 minutos, ¿cuántos grupos podrían jugar en una hora?
Yousra levantó la mano para responder:
—Cuatro grupos podrían jugar en una hora, porque 60 minutos divididos entre 15 minutos por grupo es igual a cuatro.
Sridêr asintió.
—Exactamente. Si organizamos los juegos de esta manera, todos tendrán la oportunidad de jugar y divertirse. Pero esta lección también nos enseña algo más: la bondad y la generosidad. Si cada uno de nosotros es generoso y se preocupa por los demás, la experiencia se vuelve mucho más agradable para todos.
Los estudiantes comprendieron la importancia de lo que decía Sridêr. La discusión sobre los juegos de mesa se resolvió de una manera que permitió que todos aprendieran algo valioso sobre la generosidad. Laura, por ejemplo, ofreció a sus compañeros unirse a ella en el juego que había elegido primero, y en lugar de pelearse, los grupos comenzaron a reírse y disfrutar de los juegos, con una nueva apreciación por la bondad y la generosidad.
El recreo transcurrió en un ambiente de alegría y cooperación. Los juegos de mesa se compartieron sin conflictos, y cada estudiante tuvo la oportunidad de disfrutar de lo que más le gustaba. Los niños aprendieron que, al ser generosos y compartir, todos podían disfrutar más y fortalecer las relaciones entre ellos.
Al final del día, el maestro Sridêr les recordó una vez más la lección:
—La bondad y la generosidad no solo mejoran la convivencia en el aula, sino que también crean un ambiente más armonioso y divertido. Con esta lección en mente, los niños se fueron a casa con una nueva perspectiva sobre el valor de compartir y ser generosos con los demás.