Retroalimentación
En su novela de 1902, José Augusto Trinidad Martínez Ruiz, más conocido posteriormente como Azorín (personaje literario creado por él), se autorretrata frente al hombre de acción de Baroja, con quien había compartido ideas, grupo y revista en el Grupo de los Tres, junto con Maeztu.
Pertenecía a una una familia tradicional, burguesa, que disfrutaba de una desahogada situación económica. Su vida y su obra pueden esquematizarse de la siguiente manera:
- Años de formación y lucha (1873-1900). Formación académica. Se inicia como periodista y escritor bajo la influencia del krausismo y el anarquismo. Abarca hasta la publicación de El alma española (1900). Corresponde más o menos a la etapa retratada en el fragmento anterior. Colabora en distintos periódicos, incluso en El Pueblo, el periódico de Vicente Blasco Ibáñez. Por lo general, hace crítica teatral, aunque se decanta ya, de forma especial, por la crítica político-social. En su vida en Madrid contará con el apoyo de Leopoldo Alas, Clarín.
- Años de transición (1900-1905). Se produce un cambio sustancial en su actitud, que, en 1905, le llevará a afiliarse al Partido Conservador. Inicia sus colaboraciones en el periódico ABC. Logra consolidar su personalidad literaria tras la publicación de una trilogía novelística con matices autobiográficos: La voluntad, Antonio Azorín y Las confesiones de un pequeño filósofo.
- Etapa de afianzamiento (1905-1924). Participa de forma activa en la política del momento. Ocupa escaños de diputado y es nombrado subsecretario de Instrucción Pública bajo la protección del ministro Juan de la Cierva y Peñafiel. En 1924 entra en la Real Academia Española de la Lengua.
- Etapa de declive (1924-1967). Su entrada en la Real Academia Española de la Lengua marca el inicio del apartamiento de la vida social. Se produce el paréntesis de la Guerra Civil, que pasó en París, y el regreso, a pesar de los homenajes que se le rinden, significó ya su ocaso como escritor.
Las cualidades literarias de Azorín pasan por la precisión y la economía al servicio de la claridad. Una escritura de periodos cortos, de sencillez sintáctica y predominio de la frase nominal. Aunque utiliza algunos recursos (paralelismos, enumeraciones, repeticiones, incluso comparaciones), en su prosa no encuentran acomodo figuras que propicien el oscurecimiento o la sugerencia atrevida. Es cierto que en sus descripciones el lector descubre sensaciones nuevas, colorido y adjetivaciones plenas de exactitud y corrección; pero todo ello en un marco delimitado por la contención antirretórica, el ritmo acompasado, el atildamiento poético..., y también la morosidad del detalle minucioso, hasta el punto de que algunos críticos hablan de una estética del reposo.
La obra de Azorín es muy extensa. Como se ha visto, escribió miles de artículos a lo largo de su vida. Artículos que aparecieron en los periódicos más destacadas de finales del siglo XIX (El País, El Imparcial, El Progreso, Madrid Cómico, El Globo...). Más tarde, su pluma encontrará acomodo en las publicaciones conservadoras. Sus artículos han sido recogidos en volúmenes: Los pueblos (1905), La ruta de don Quijote (1905), Lecturas españolas (1912); Castilla (1912); Clásicos y modernos (1913); Al margen de los clásicos (1915)...
Es también autor de varias novelas: Diario de un enfermo (1901), La voluntad (1902), Antonio Azorín (1903), Las confesiones de un pequeño filósofo (1904), Don Juan (1922), Doña Inés (1925), Félix Vargas (1928), titulada luego El caballero inactual, etcétera), novelas con las que intenta una particular renovación del género, novelas sin fábula, sin argumento.