CONTEXTUALIZAMOS Y LEEMOS UN DIÁLOGO
LEE Y ESCUCHA
LA HUIDA
Daniel Hernández Chambers
—Tenemos que irnos. Ya.
—¿Adónde?
Su padre no contestó a esta última pregunta. Sabía la dirección que iban a tomar, pero era consciente de que el destino final no dependía exclusivamente de él.
Ghada se sentó en el colchón y se frotó los ojos con los puños cerrados. —¿Por qué nos tenemos que ir?
—No preguntes más, Ghada, y haz lo que te digo. La madre, Houda, se decidió a intervenir.
—Vamos, cariño, date prisa. Yo voy a despertar a tu hermano.
Mientras Houda vestía al pequeño Aras, Ghada se
aseó en la palangana y recogió sus cosas. Tenía ocho años y era consciente de que debían irse, pero no pudo reprimirse cuando su padre se le acercó otra vez —Papá, no quiero irme. Quiero quedarme aquí, en casa. No quiero irme. Aquí están mis amigos. Aquí están todas mis cosas.
—Pero pronto ya no quedará nada. Ni amigos ni nada. —El padre echó un vistazo a la bolsa donde su hija había estado guardando sus cosas. Además de prendas de ropa, vio varios objetos que solo supondrían un exceso de peso—. No podemos llevárnoslo todo. Cuanto menos carga, mejor. Vamos a ir muy lejos, y necesitamos ir ligeros.
—Pero, papá…
—Tenemos que irnos ya, mi amor, o será demasiado tarde —sentenció el padre.
La familia salió antes del amanecer, cuando más frío es el día. Houda llevaba a Aras y a Ghada de la mano, y Orhan, el padre, cargaba con una mochila a la espalda y una maleta en su mano derecha. A lo lejos retumbó lo que el pequeño Aras tomó por un trueno, pero los otros tres supieron que no lo era. Ghada alzó la mirada hacia los ojos negros de su madre, que hizo un esfuerzo por sonreírle.
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