CONTEXTUALIZAMOS Y LEEMOS UN RETRATO
LEE Y ESCUCHA
EL LENGUAJE SECRETO
Anna Manso
Dicen que hacerse mayor significa dejar de creer en la magia, y no es verdad Tengo casi once años y hace poco, gracias a la magia, pude hablar el lenguaje de los animales. Hasta ahora siempre me había interesado más la tecnología que la magia.
Y es normal, porque soy una niña cíborg. Nací sorda, pero sorda, sorda, pues no habría oído la explosión de un volcán ni estando en el mismísimo cráter. De pequeña me operaron dos veces, una en cada oído, y me instalaron chips y cables. Gracias a ellos y a los dos pequeños aparatos que llevo detrás de la oreja. los implantes, puedo oír y he aprendido a hablar. Y a pesar de que todavía hay alguna cosa que me cuesta un poco, como aprender idiomas (aunque puedo hacerlo y saco buenas notas en inglés) o entender algunas palabras o frases, que me han de repetir porque no las he oído bien, hago vida normal. Cuando mis padres me oyen decir la palabra «cíborg», se molestan y me responden que no hablo con exactitud, pero yo creo que sí, porque sí llevo chips en la cabeza es que lo soy. A mí me gusta decirlo y ver cómo la gente disimula su sorpresa y pone cara como de haberse atragantado con un chicle
y probaran a tragárselo. Todos menos la señora Antonia, la vecina de nuestro rellano, que tiene noventa años. Ella siempre ha hablado con normalidad de mis implantes, la vecina de nuestro rellano, que tiene noventa años. Ella siempre ha hablado con normalidad de mis implantes, como si fueran los bráquets que luce medio colegio. Mi familia también, claro, pero mi familia no cuenta. Y ahora también Selma, mi primera mejor amiga. A ella no le importa que sea sorda ni que mi nombre sea de persona mayor. Me llamo María Teresa.
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