LEEMOS Y ESCUCHAMOS
¡MUY PRONTO!
David Lozano
Mayra lleva siete largos días ingresada en el hospital.
Y eso que, cuando entraron en aquel edificio gigante con miles de ventanas (era lunes, la niña se acuerda perfectamente), sus padres le dijeron que muy pronto volverían a casa.
« Muy pronto».
Hay que tener poca prisa para que siete días te parezcan «muy pronto».
Mayra sueña con regresar a casa. Necesita volver a su cuarto, a su cama. Lo que quiere es encontrarse de nuevo con sus amigos y no tener fiebre. Quiere reír, jugar al fútbol, disfrazarse con su prima.
A veces, Mayra se queda mirando la calle desde la ventana de su cuarto de enferma. Se ve todo muy pequeñito a tanta altura, porque su habitación se encuentra en el octavo piso.
La vida sigue allí abajo.
Sí, ella lleva ya una semana dentro de ese edificio, tumbada en la cama metálica de su habitación. Y no han sido siete días normales, de esos en los que hay tiempo (y ganas) de hacer de todo: jugar, dormir, bailar, dibujar, leer, ir al cine…
No. Mayra ha descubierto que las jornadas de hospital dan la impresión de tener muchas más horas, de lo largas que se hacen. Y encima son horas muertas, en las que no le apetece hacer nada, solo estar tirada sobre la cama con cara de flan chafado. O de fantasma triste, por la palidez que se le está quedando. Incluso los ojos se le han hundido un poco. Mayra se siente como un animalito pocho sin fuerzas para salir de su madriguera.
Qué aburrimiento.
¿De qué sirven tantas horas libres si no tienes ánimo de hacer nada? Para una vez que no hay que ir al colegio...
Para colmo, también ha perdido el apetito (y eso es todavía más raro, porque normalmente come más que un tiranosaurio después de una huelga de hambre). Lo único que hace es suspirar. Los suyos son suspiros muy largos, se siente como un globo que se pasa el día desinflándose.
Y el caso es que ella nunca ha sido así. ¿Quién le ha robado su energía? Algún microbio, por lo visto. Pero debe de ser un microbio que se esconde bien, porque los médicos no lo han encontrado todavía. «Seguro que es un virus —ha dicho su abuela—. O una bacteria
Mayra no sabe lo que es un virus ni una bacteria, aparte de que se trata de bichos muy pequeñitos. Solo espera que los doctores descubran lo que le pasa y la puedan curar.
Una huelga de hambre se hace para conseguir un objetivo político, social...