tema 11 ¿Para qué sirve dialogar?
LA PRIMERA BICICLETA DE MAURO
MAITE CARRANZA
Mauro quiso llorar. Se había hecho daño y tenía que lloriquear un poco, pero no le salía ninguna lágrima. Lo cierto es que había notado un ric-ric en el estómago y unas cosquillas en la nuca que le daban más ganas de reír que de llorar. Nunca hubiera creído que caerse pudiera ser divertido.
—¿Quieres decir que he caído bien?
—Fenomenal.
—Y... si me caigo cada día, ¿ya no me haré daño?
—Hombre, daño te harás siempre, pero si no te paras a pensarlo, el daño no es el mismo.
—Es que es la primera vez en mi vida que me caigo así.
—Pues no lo parece, tienes un don natural para las caídas, hijo, ha sido muy espectacular y muy limpio.
Mauro se sintió orgulloso. Quizá de mayor podría hacer de extra en las pelis del Oeste. Si no estaba enfermo, claro.
—¡Anda, rezongón! ¿Qué haces plantado como un pepino? Vuelve a montar.
Mauro no se atrevía.
—Sígueme. Te invito a desayunar una taza de chocolate. Un chocolate riquísimo. Esta vez correremos de verdad y ya verás lo que es la velocidad.
—Abuelo, ¿cómo vamos a desayunar si es la hora de comer? Yo como sopita de fideos y pescadito hervido y no tomo jamás chocolate porque me dan retortijones y si corro demasiado me voy a resfriar porque no llevo la bufanda y...
—¡Es una orden!
Mauro obedeció y, mientras corría y corría, sintió un crec-crec en la planta de los pies y un escalofrío en la columna. La velocidad era fantástica.